Fue al día siguiente cuando la anciana la encontró. Al salir, como cada día, a buscar la media barra de pan que aquella chiquita le vendía a escondidas.
-Señora, yo no le puedo vender media barra...
-Ay, nena, que si no he de tirarla y yo ya no puedo ir gastando el dinerito que no tengo.
Entonces le sacaba de debajo del mostrador media barra que le tenía preparada, envuelta en una hoja de papel de seda.
-Tenga usted, que como me pille el jefe, me pone de patitas en la calle.
-Ay, nena, qué guapa eres, tan chinita y tan maja.
Y ya tenía su barra para un día y hasta para dos. O para darle a sus pajaritos.
Al irse a buscar el pan, cuando abrió la puerta notó que se vencía por algún peso extraño. Vió una bolsa colgando del pomo. Miró a los lados mientras la cogía y se volvió adentro. La dejó sobre la mesa de la cocina, el mantel de hule para proteger la vieja fórmica. Y sacó su contenido.
domingo, 22 de junio de 2008
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1 comentario:
Una bolsa de plástico que envolvía un paquete a su vez protegido por más plástico. Lo abrió. Se tuvo que sentar para respirar hondo. No podía ser. Tantos años esperando una carta, una llamada. Y ahora, encontraba su pista porque alguien había colgado aquello de su puerta. ¿Quién iba a creerla?
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